jueves, 4 de enero de 2018

Literatura latina a partir del siglo IV dC.

El Imperio romano poco a poco va perdiendo empuje en estos siglos que siguen a la muerte de Trajano. Hay una escisión del imperio que se va haciendo cada vez más clara y la división formal en 395 d.C. ya es definitiva. Así, el Imperio romano deja de ser bilingüe: Hay una mitad de habla griega y una mitad de habla latina. En Occidente el uso del griego queda en círculos cada vez más reducidos.

Esto conlleva una serie de cambios en lo que es la literatura, ya que implica una oleada de traducciones:  C. Marius Victorinus traduce obras de Platón, Aristóteles y Porfirio. Pero sobretodo se traduce literatura eclesiástica, comentarios, homilías, vidas de santos y actas de concilios.  Evagrius dio forma a la hagiografía latina al traducir Vita s. Antonii de Atanasio; Ambrosius se aproxima a Basilius; Rufinus de Aquilea y Hieronimus traducen a Orígenes y a Eusebio. El trabajo más importante es la Vulgata, la biblia latina emprendida por encargo del Papa Dámaso y traducida no del griego sino directamente del hebreo.

Podemos como regla general considerar la sociedad del siglo IV d.C. como empobrecida material y espiritualmente, enmarcada dentro de un régimen militar continuado. La corte, dentro de todo esto, se desplazó fuera de Roma, a Rávena y Milán. Curiosamente esto hizo que se volvieran más los ojos hacia la grandeza de la Urbe. Queda poca vida cultural a destacr, ciertamente. Podemos destacar siemrpe alguna cosa, como los 7 libros Saturnalia de Macrobius Teodosius, hacia el 400 dC. Creemos ver aquí una cierta imitación de Cicerón. 

Destaca también la obra histórica a cargo de Ammianus Marcellinus. Natural de Antioquía, primero oficial con Constantino y Juliano, se asentó más tarde en Roma. Pretende continuar las Historias de Tácito (Rerum gestarum libri) desde Nerva hasta Valente. Se han conservado los libros 18-31, que tratan del tiempo en el que vivió el autor. 

La historiografía cristiana tiene a Sulpicius Severus, también de  Aquitania, a uno de sus autores destacados. Es el autor de Chronica, en dos libros. En la Edad Media fue conocido como autor de la leyenda de San Matín. 

Con el presbítero Paulo Orosio tenemos sus Historiae adversus paganos, un trabajo histórico hecho en base a fuentes secundarias. De un compañero suyo, Eugippius, nos llega Commemoratorium sobre San Severino, apóstol de Noricum Ripense. En esta obra podemos ver un interesante panorama sobre la vida romana en la provincia del Danubio.

Pero en general la mayoría de escritos históricos del siglo IV no son demasiado importantes. Algún trabajo interesante nos podemos encontrar, como los Caesares de Aurelius Victor, que llegan hasta Constantino. Resulta una obra de buena utilidad, al ser en base a fuentes fidelignas. Otra obra inteligente y bien escrita, de una agradable lectura, es el Breviarium ab urbe condita en 10 libros de Eutropius. Destacan también el Cronógrafo, escrita en 354, y los Epitoma rei militaris en 4 libros de Flavius Vegetius Renatus.

En cuanto a la gramática, el más famoso es Aelius Donatus, autor de dos gramáticas: Ars minor para principiantes y Ars maior para adelantados. Otros gramáticos son Carisius, Diomedes, Servius y el africano Priscianus. Estos autores fueron los que pasaron su conocimiento a la Edad Media, donde se aprendía latín con sus libros. Tanto fue así que "Donatus" llegó a significar lo mismo que "gramática".

Los compendios de artes liberales comienzan a adoptar ya las formas con que se los conocerían en el medievo. Poco antes de su bautismo Agustín proyectó una exposición sistemática de las Disciplinae, lo mismo que Boecio un siglo después. Pero ninguno llegó a acabar la obra. Un compendio completo son los 9 libros de De nuptiis Mercurii et Philologiae, del africano Martianus Capella, hacia el 400 dC. Es un libro de más complicada lectura, pero desde el IX es uno de los autores escolares más leídos y comentados. 

En la poesía destaca D. Magnus Ausonius. Trabajó como profesor de retórica en Burdigala y luego fue el preceptor del príncipe Graciano, con quien fue cónsul más adelante (379 dC). En 383, a la muerte del emperador, regresó a Burdeos. Sus poesías nos proporcionan un excelente cuadro del a época en que le tocó vivir, y hacen de él un cristiano culto y hombre de mundo. Un discípulo suyo fue Paulinus, luego obispo de Nola. Cuesta creer que renunciase éste al mundo partiendo desde semejante maestro, pero al menos la correspondencia que mantuvieron resulta ampliamente agradable de leer. Deja de todas formas entrever una callada tragedia.  Su poesía más conocida es Mosella, en donde describe un viaje por el río hasta Tréveris. Es un cuadro clásico de Iter con la descripción del río. Expone la vida que se observa en los márgenes del río. Otras composiciones son Ordo nobilium urbium (en donde sitúan en puestos de honor a Burdeos) y la Commemoratio professorum burdigalensium. En Bissula se refiere a una joven sueva que Graciano le regaló tras su campaña en Germania. En Canto nuptialis muestra una enorme habilidad técnica en versos virgilianos.

Claudius Claudianus, de Alejandría, es otro gran poeta. Educado en la tradición griega, se dirigió a la corte del emperador Honorio. En su epopeya De bello Gotico y en las invectivas del estilo de Juvenal contra ministros del imperio de oriente (In Rufinum, In Eutropium) se convierte en un heraldo de Estilicón. No llegó a terminar una epopeya mitológica, De raptu proserpinae.

Tras la caída de Roma destaca Aurelius Augustinus, conocido como San Agustín. Destaca su obra en 22 libros De civitate Dei. Educado como cristiano en Tagaste, hijo del pagano Patricio y la cristiana Mónica, abandonó la fe durante sus años de juventud cuando estudiaba Madaura y Cartago. Pasó por el maniqueísmo, el escepticismo y el neoplatonismo hasta que en Milán, con Ambrosio, adoptó la fe cristiana de nuevo. El propio obispo le bautizó en 387 d.C. En 395 se le hace obispo de Hipona. Sus Confessiones en 13 libros describe su camino de aceptación de la fe cristiana, pero deja también agudas observaciones sobre la memoria y el tiempo. Es un pensador agudo y original, incluso con influencia, dicen, sobre Heidegger. Opina entre otras cosas qeu Roma no es un símbolo sino una magnitud histórica, y cree que las potencias que fraguan la historia son los reinos terrenal y divino, que avanzan entrelazados. Sólo al final de los tiempos llegará la victoria de Dios. 

El siglo V fue testigo de la desintegración del imperio de occidente tras las sucesivas entradas de visigodos, vándalos (se hallaban ante Hipona a la muerte de Agustín) y ostrogodos (estos se asentaron en Italia). En este período fueron los terratenientes quienes mantuvieron viva la cultura. Destaca entre ellos C. Sollius Apollinaris Sidonius con poemas panegíricos. Llegó a ser obispo en Clermont. En sus cartas encontramos un interesante cuadro de aquella sociedad. 

Pese a la debacle que supone la invasión ostrogoda, su rey, Teodorico, mantiene la administración civil del imperio que ha conquistado y permite un cierto florecimiento cultural. Dentro de esto sobresale Magnus Aurelius Cassiodorus, cónsul en 514, secretario de estado con Teodorico y sucesores antes de retirarse en 540 a sus fincas privadas del sur de Italia. Como Abad de Vivarum trató de crear una universidad cristiana. Interesante de entre sus escritos son las Institutiones divinarum et humanarum literarum, y la colección de escritos políticos titulada Variae. Su comentario de los salmos hizo madurar la exégesis. Hizo también una historia de los godos, De origine actibusque Getarum, lamenteblemente hoy perdida pero de la que nos ha llegado más un extracto que hizo el godo Iordanis.

La máxima importancia literaria en este siglo corresponde a Anicius Manlius Severinus Boethius, cónsul en 510 y luego magister officiorum. Sin descuidar sus deberes políticos halló tiempo para escribir numerosas obras eruditas, algunas del quadrivium (Aritmética, Música), y como teólogo participó en diversas disputas dogmáticas. Llegó a traducir el Organon de Aristóteles y la Isagoge de Porfirio. No llegó a hacer más porque fue acusado de alta traición, condenado a prisión y luego a la muerte. Entre la condena y la ejecución escribió De Philosophiae consolatione, un protréptico para sí mismo a la manera del Hostensius ciceroniano. Es un diálogo entre Boecio y la Filosofía personificada.

Poco después de la muerte de Boecio hay un  intento de reconquista de Italia por Bizancio, que supone el final de este renacimiento cultural. Hombres como Casiodoro logran conservar buena parte de la cultura en el sur, o en Irlanda por parte de Columbano. En España hay otros hombres destacados, como Isidoro de Sevilla o Julián de Toledo. Cuando las escuelas carolingias se hicieron cargo de la herencia clásica, Boecio fue agregado como el "último romano".

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