domingo, 23 de octubre de 2016

Más de Eco

He encontrado navegando por ahí una breve reseña que Eco hizo al respecto de su famosa aseveración de que Internet está lleno de idiotas. Parece que no le debió gustar demasiado que se lanzasen hordas de navegantes a criticar sus palabras, por lo que las matizó y expuso de mejor manera. Las dejo por si a alguien le da curiosidad leerlas. Siempre vale la pena.

Los necios y la prensa responsable

Me he divertido mucho con el tema de los necios de la Web. Para quienes no lo hayan seguido, salió online y en algunos periódicos que en el curso de una denominada lectio magistralis en Turín, yo habría dicho que la Web está llena de necios. Es falso. La lectio trataba de un argumento completamente distinto, pero eso nos dice cómo entre periódicos e internet las noticias circulan y se deforman.

El asunto de los necios salió en una rueda de prensa sucesiva durante la cual, respondiendo ya no sé a qué pregunta, hice una observación de puro sentido común. Admitiendo que entre los siete mil millones de habitantes del planeta haya una dosis inevitable de necios, muchísimos de ellos antaño comunicaban sus desvaríos a sus íntimos o a sus amigos del bar, y de este modo sus opiniones quedaban limitadas a un círculo restringido. Ahora una consistente cantidad de estas personas tienen la posibilidad de expresar las propias opiniones en las redes sociales. Por lo tanto, esas opiniones alcanzan audiencias altísimas, y se confunden con muchas otras expresadas por personas razonables.

Nótese que en mi noción de necio no había connotaciones racistas. Nadie es necio de profesión (salvo excepciones), pero una persona que es un excelente tendero, un excelente cirujano, un excelente empleado de banco puede decir estupideces sobre argumentos de los cuales no es competente, o sobre los que no ha razonado bastante. Entre otras cosas porque las reacciones en internet se hacen en caliente, sin que dé tiempo de reflexionar.

Es justo que la red permita expresarse también a los que no dicen cosas sensatas, pero el exceso de tonterías atasca las líneas. Y algunas reacciones desmedidas que he visto en la red confirman mi más que razonable tesis. Incluso alguien había referido que yo opinaba que en la red tienen la misma evidencia las opiniones de un tonto y las de un premio Nobel, e inmediatamente se difundió viralmente una inútil discusión sobre si yo había recibido el premio Nobel o no. Sin que nadie fuera a consultar la Wikipedia. Esto para decir lo inclinados que estamos a hablar al tuntún. En cualquier caso, ahora se puede cuantificar el número de los necios: son 300 millones como mínimo. En efecto, parece ser que en los últimos tiempos la Wikipedia ha perdido 300 millones de usuarios. Todos ellos navegantes que ya no usan la Web para encontrar informaciones, sino que prefieren estar en línea para charlar (tal vez al buen tuntún) con sus pares.

Un usuario normal de la red debería ser capaz de distinguir ideas inconexas de ideas bien articuladas, pero no siempre es así, y aquí surge el problema del filtro, que no concierne solo a las opiniones expresadas en los diversos blogs o vía Twitter, sino que es una cuestión dramáticamente urgente para todos los sitios Web, donde (quisiera ver quién protesta ahora negándolo) se pueden encontrar tanto cosas fidedignas e utilísimas, como vaniloquios de todo tipo, denuncias de conspiraciones inexistentes, negacionismos, racismos, o también noticias culturalmente falsas, imprecisas, embarulladas.

¿Cómo filtrar? Cada uno de nosotros es capaz de filtrar cuando consulta sitios que conciernen a temas de su competencia, pero yo, por ejemplo, me vería en un aprieto a la hora de establecer si un sitio sobre la teoría de cuerdas me dice cosas correctas o no. Ni siquiera la escuela puede educar al filtro porque también los profesores se hallan en mis mismas condiciones, y un profesor de griego se puede encontrar indefenso ante un sitio que habla de la teoría de las catástrofes, o incluso tan solo de la guerra de los Treinta Años.

Queda una sola solución. Los periódicos a menudo son víctimas de la red, porque de ella sacan noticias, algunas veces leyendas, dando voz por lo tanto a su mayor competidor, y al hacerlo siempre llevan dos días retraso sobre internet. En cambio, deberían dedicar por lo menos dos páginas al día al análisis de sitios Web (tal y como se hacen reseñas de libros o de películas) indicando los sitios virtuosos y señalando los que transmiten bulos o imprecisiones. Sería un inmenso servicio al público y quizá también un motivo para que muchos navegantes de la red, que han empezado a dejar de lado los periódicos, vuelvan a hojearlos a diario.


Por supuesto, para acometer esta empresa un periódico necesitará un equipo de analistas, muchos de los cuales habrá que ir a buscarlos fuera de la redacción. Se trata de una empresa sin duda cara, pero sería culturalmente preciosa, y marcaría el principio de una nueva función de la prensa.

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