sábado, 30 de abril de 2011

Vida y muerte en el mundo homérico


Hacia el tiempo en que se escribieron los poemas homéricos (pongamos una horquilla entre 900 y 700 AC) los griegos habían superado las fases primitivas de la religión. Ya no perviven más que de modos ampliamente superados y vinculados al culto (como una especie de fósiles) el totemismo, el culto a los animales, a los árboles ni la veneración a deidades ctónicas. Ni siquiera de la Madre Tierra. Las fuerzas demoníacas han sido desterradas al Hades y el culto de las almas y los muertos se presentan en restos muy precarios.

Tampoco hay temor a los dioses. El hombre homérico es libre, de pie ante las divinidades, sin miedo tampoco a fantasmas ni a la muerte. Las "testas sin fuerzas" de los muertos se encuentran en el Hades, allá abajo, y nada pueden hacer contra los vivos. Ni siquiera el muerto por violencia, el asesinado, molesta a los supervivientes con exigencias de venganza (como puede verse aún en mitos pretéritos, como el cantado por Robert Graves en su versión de los Argonautas). Y esta separación del mundo de los vivos y los muertos se extiende a las costumbres funerarias: Ya no se entierra a los muertos, sino que se los incinera.

La muerte se vive entonces como un fenómeno natural, parecido al sueño, del que es hermana. En esto los aficionados a Sandman encontrarán un delicioso referente erudito. Y en el otro mundo no hay un infierno aterrador ni una atractiva y feliz vida en el cielo como recompensa a los actos de la vida. El Eliseo, las Islas de los Bienaventurados, son regiones reservadas a especiales favoritos de los dioses, e igualmente en el Hades no sufren castigo más que los criminales excepcionales.

La religión en el mundo homérico podría concebirse como una religión de la luz y la cismundanidad. Y la luz son sus dioses. Lo que pone a los dioses por encima de los hombres es su mayor plenitud vital, su poder, la inmortalidad y la eterna juventud. Hasta comen y beben distinto, cambiando el pan y el vino por néctar y ambrosía. Pero lo que no tienen sus dioses es una superior moralidad, y no están exentos de sufrimiento: Zeus debe consentir la muerte de Sarpedón, según su destino, y Tetis ha de ver morir a Aquileo.

El deseo del hombre homérico, según se desprende de sus poemas inmortales, es vivir en la luz, y de ser posible, morir en la luz. Pues la vida en la luz, la vida cismundana, es la única vida real. Incluso si se trata de la vida de un esclavo o de un mísero jornalero, es mucho mejor que estar allá abajo, en la oscuridad del Hades ni incluso reinando sobre los muertos. Las diferencias con el cristianismo en este sentido son drásticas. No hay una vida mejor esperando más allá. La vida es la que es. El hombre corpóreo es el hombre mismo, el real. Su psique, al morir, se va al Hades "llorando virilidad y juventud". No es más que una copia inerte, sombra de su terrena realidad.

Eso confiere al hombre homérico un inmenso amor a la vida, pese a que reconoce que es un bien algo problemático. Medita Homero sobre el valor de la vida, porque por ser precisamente tan hermosa y única, ha de lamentarse su brevedad, su fugacidad:

Como la de las hojas, así es la generación de los hombres. (Il., 6, 146).


Y la vida entraña también desgracia, que el hombre experimenta constantemente. Es además el que más sufre por ella, porque la experimenta de forma consciente:

Pero de todo lo que se agita y respira en la tierra,
no hay ser más digno de lástima que el hombre.
(Zeus, Il., 17, 446 s.)

El sufrimiento es parte del destino humano, elemento integrante de la vida. Así lo dice Aquileo ante el sufrido Príamo en una de las escenas más conmovedoras del poema:

Así atienden los dioses el destino de los pobres mortales,
para qeu vivan en sufrimiento.
(Il., 24, 525 ss.)

La vida de los mortales está predestinada desde el inicio. Zeus tiene a su lado 2 tinajas, una llena de bienes y otra llena de males. El que recibe una mezcla puede darse por satisfecho. Pero hay hombres que son literalmente perseguidos por la desgracia. E griego clásico sería años más tarde muy sensible a esto, en sus cientos de Tragedias. Hay una tercera posibilidad, que es la de hombres que recibieran sólo bienes, pero esto no se da nunca.

Parece cargado de pesimismo. Pero no. El hombre griego no se rinde nunca a los males de la vida. Siempre saca fuerzas para hacerles frente en ese famoso "Resiste" que Aquileo dirige al desgraciado Príamo. Esa es la grandeza de la vida y la muerte de los griegos. Es el "resiste" que llevó a plantar batalla a Jerjes, a combatir en Maratón, a sacar de territorio hostil a los Diezmil, a conquistar el mundo conocido, a conquistar culturalmente a su conquistador por las armas. Es el espíritu que llevó a su cultura a pervivir en los siglos.



Mito y pensamiento racional


En el hombre primitivo la concepción del mundo estaba sometida a la religión. Con ello quiero decir al pensamiento espiritual, mítico, con el que recubría la realidad. Religión y mito son más antiguos que ciencia y filosofía y el dominio del hombre por el modo mítico de la representación fue al principio total. El primitivo no puede entender el mundo externo que lo rodea ni su propio mundo inerno más que por medio de representaciones míticas. Similar a como lo hacen los niños cuando aún son pequeños. Todos los fenómenos del mundo, atmosféricos, crecimeinto de las plantas, movimiento de los astros, manifestaciones de la vida animal, la enfermedad, el nacimiento, la muerte, el sueño, el amor y el odio, el valor y la cobardía, la locura... Todo se reduce a seres demoníacos mediante las operaciones de personificación de la fantasía plástica. En la Hélade misma, conocida por ser el lugar donde se inició el pensamiento racional, podemos ver este mundo en los poemas homéricos: Los mismos dioses asumen este papel de demonios. Y esta fe en los demonios ha seguido obrando durane siglos en la era cristiana, bastando sólo con citar a Satanás y sus hordas del Infierno, que aún hoy día están en el imaginario colectivo.

No hay que argumentar de forma excesiva que también el mito tiene una verdad relativa. La representación mítica se basa en una observación y en una experiencia real de la acción de las fuerzas de la naturaleza. Pero como el hombre primitivo no tiene una explicación (como la que sí tenemos por la ciencia hoy en día), debe recurrir al mito para poder decir qué pasa en estos fenómenos. Por ejemplo, Zeus toma como esposas a Metis (Prudencia) y Temis (la Ley), y tienen como consecuencia varios hijos: Eunomía, Diké y Eirene, que son el Orden, el Derecho y la Paz. Se simboliza así un orden cósmico moral, y muchas veces las representaciones míticas pueden ser historias más complicadas, sagas o leyendas de profundo sentido. El mito no es inconexo y sin sentido, hay además un pensamiento mítico, que es el pensamiento humano que trata de averiguar la causa y el efecto.

En el humano se trata siempre de saber "por qué" (Mourinho aparte, claro...), pero la respuesta del pensamiento mítico es demasiado rápida y precipitada. El mito procede sólo a reducir los fenómenos naturales y los fenómenos históricos, con ayuda de la fantasía, a fuerzas divinas que se representan como personas agentes, análogos al hombre y a su manera de obrar: Si hay una tormenta, es Zeus soltando rayos, o Thor con su martillo, etc. Y el mito explica así la naturaleza, el mundo, la historia. La fuente de la religión se halla, entonces, en un incondicionado sentimiento de dependencia del hombre pero con un pequeño componente intelectual: La religión pretende ser una explicación del universo. Toda religión pretende ser la verdad y precisamente toda la verdad, y desea apoderarse del hombre entero como dueña de toda su vida espiritual.

Es a partir de ete punto que aparece el pensamiento intelectual. Poco a poco el hombre primitivo va descubriendo en cada vez más lugares la transgresiones de la religión. Llevan en sí estas los gérmenes de conflictos entre la religión por una parte, y la filosofía y la ciencia por otra, y que muchas veces se desarrollaron con armas espirituales y en forma de polémica oral o literaria. Pero también, cuando la religión tenía el poder, ante los tribunales en forma de procesos por herejía. En estos conflictos se trató casi siempre de desviaciones cometidas por algunas personalidades de más aguzada espiritualidad, las cuales se separaban de la imagen del mundo consagrada por la religión (sobretodo en el terreno de la astronomía). Aunque también tienen su papel ciertas enfermedades como el supuesto estado de posesión demoníaca o las representaciones del ser divino cuando el desarrollo moral y espiritual de una época ha superado esas imagenes. Claro que también la investigación racional del mundo y de la vida tiene sus límites, con enigmas irresolubles hasta conseguir un desarrollo en ciencia más adelantado.

Todo pueblo de cultura recorre este camino que va desde la minoría de edad dominada por las autoridades religiosas, hasta la investigación y el pensamiento libres e independientes. La investigación racional del mundo termina con el dominio de lo instintivo, que domina la religion, como podemos ver en nuestra cultura occidental desde los tiempos medievales sostenidos por una cultura aristocrática, hasta los actuales tiempos modernos dominados por el pensamiento racional (con salvedades en países tan peculiares como EEUU, o en Mou y las conspiranoias).

Los griegos son un caso típico de este desarrollo, con ese pasado oscuro plagado de mitos bellísimos del que supo abstraerse hasta reelaborar su concepción del mundo desde la comprensión del a naturaleza, buscando el arkhé. Su situación geográfica también ayudó, pues con sus propias tradiciones míticas dominando su pensamiento pronto contactaron con babilonios y egipcios y sus tradiciones míticas también elaboradísimas. Pero que contradecían las suyas propias. Y claro, tuvieron que hacer frente a la contradicción: Si ante un mismo fenómeno natural, que está ahí y puede ser visto por todos, se dan 2 explicaciones distintas, una ha de ser por fuerza falsa. Y la persona poco lúcida pensará que la OTRA explicación es la falsa y quedará entonces plácidamente anclada en su propio mito. Pero el espíritu griego era poco plácido en este sentido, y pensó entonces, acertadamente: "¿y por qué no pueden ser las 2 explicaciones falsas?". Nada hay para probar una, ni la otra. Y trató entonces de buscar algo sólido a lo que aferrarse para saber el por qué de las cosas. Y nació así la filosofía y la ciencia.



Pero aunque la tensión entre ciencia y religión no fue tan intensa como en la era cristiana, igualmente se tenía que dar el desgarro entre ambas, porque poco a poco la realidad fue distanciándose más del mito. Y la ruptura no fue repentina sino a lo largo de mucho tiempo. Entre la masa pervivió mucho timepo el pensamiento místico-religioso, mientras que entre la clase culta la filosofía acaba por sustituir a la religión. Y así poco a poco se desplaza el centro de gravedad hacia el pensamiento racional, siendo el portador de este desarrollo la figura del "sabio". Y se desplaza también la ética desde la irracionalidad hacia la flosofía. Este sabio considera que la conducta correcta depende siempre del conocimiento verdadero, así que la filosofía se convierte en el arte de dominar la vida, y su tarea es el dominio del mundo por el conocimiento. Y así definitivamente lsa filosofía entra en conflicto conla religión nacional: Los dioses son destruídos por ella y sólo sobreviven como símbolos sin poder para intervenir en el acaecer cósmico.




jueves, 14 de abril de 2011

El laberinto



El laberinto se conoce desde muy antiguo vinculado al mundo delos mitos. Basta recordar el conocidísimo de Teseo y Ariadna. Pero como todo, en la Edad Media el mito se cristianizó y a partir del SXII es tomado como símbolo del camino a Dios o el camino de la Redención.

Y por ello, como signo, pasa al imaginario medieval y en las bases de las grandes catedrales, (Chartres, Amiens, Reims) se dibujan laberintos. El mejor conservado es el de la catedral de Amiens, que pongo en una foto. En el suelo puede verse el dibujo del laberinto que el peregrino podía recorrer. Tienen en general la característica que se pueden resolver con un único trayecto, tortuoso y retorcido, como el camino que lleva a la salvación o el camino que conduce a la Jerusalén Celestial.



Pero el que me interesa es el dibujo del de la catedral de Reims, que encabeza esta entrada. Está destruído tras tantos siglos, pero si se observa con atención, es el dibujo de laberinto descrito en "El nombre de la rosa". Y el dibujo en el que se inspiró Umberto Eco para diseñar el de su famosa novela, que pongo posteriormente para que se pueda hacer una comparación visual:





Cosmos II





Atendiendo al alud de peticiones (ejem, ejem...) pongo a disposición de quien le interese la introducción de "Cosmos", añadiendo unos minutos en que Sagan habla sobre ciencia. Debo reconocer que la música es mítica y pocos hay de mi generación que disfrutasen de esta obra y hoy día no disfruten de algún modo con la ciencia.

miércoles, 13 de abril de 2011

Cosmos




Dejo un pequeño vídeo de la inmortal serie "Cosmos", de Carl Sagan. Sólo para recordar aquellos buenos tiempos en que si encendías la TV podías ver en la 2 series de la calidad de esta, con un Sagan explicando ciencia en forma amena y disfrutando con lo que decía. El vídeo explica de forma sucinta, y precisa, la evolución.


Para los más observadores, se puede disfrutar de una música preciosa, que incluye el delicioso concierto para mandolina de Vivald i en el resumen final del video. Entre otras, claro. Que lo disfruteis.


lunes, 11 de abril de 2011

Acerca de los títulos


Puedo desoir las críticas por mitomanía. Con relativa facilidad. Así que no me importa volver sobre los mismos temas. Ni aunque este blog se torne una especie de monotema reiterativo y se me tache de pelma. Total, para los que me leen... Así que aprovecho mi pequeño rincón del ciberespacio este para transcribir algunas cosas que así no tengo que ir a buscar después con resultados a veces inciertos. Ya lo avisamos en el blog, que esto es para las cosas que vamos aprendiendo, y yo en concreto para no olvidarlas. Y el que no quiera, que no lo lea: De las apostillas de “El nombre de la rosa”, que aparte de volver sobre el tema habitual deja unas reflexiones sobre la literatura que me gustan especialmente:

El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones? Sin embargo, uno de los principales obstáculos para respetar ese sano principio reside en el hecho mismo de que toda novela debe de llevar un título.

Por desgracia, un título ya es una clave interpretativa. Es imposible sustraerse a las sugerencias que generan Blanco y Negro o Guerra y Paz. Los títulos que más respetan al lector son aquellos que se reducen al nombre del héroe epónimo, como David Copperfield o Robinson Crusoe, pero incluso esa mención puede constituir una injerencia indebida por parte del autor. Le Père centra la atención del lector en la figura del viejo padre, mientras que la novela también es la epopeya de Rastignac o de Vautrin, alias Collin. Quizás habría que ser honestamente deshonestos, como Dumas, porque es evidente que Los Tres Mosqueteros es, de hecho, la historia del cuarto. Pero son lujos raros, que quizás el autor sólo puede permitirse por distracción.

Mi novela tenía otro título provisional: La abadía del crimen. La descarté porque fija la atención del lector exclusivamente en la intriga policíaca, y podía engañar al infortunada comprador ávido de historia de acción, induciéndolo a arrojarse sobre un libro que lo hubiera decepcionado. Mi sueño era titularlo Adso de Melk. Un título muy neutro, porque Adso no pasaba de ser el narrador. Pero nuestros editores aborrecen los nombres propios: Ni siquiera Fermo e Lucia logró ser admitido tal cual; sólo hay contados ejemplos, como Lemmonio Boreo, Rubé o Metello… Poquísimos, comparados con las legiones de primas Bette, de Barry Lyndon, de Armance y de Tom Jones, que pueblan otras literaturas.

La idea de El nombre de la rosa se me ocurrió casi por casualidad, y me gustó porque la rosa es una figura simbólica tan densa, que por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos: rosa mística, y como rosa ha vivido lo que viven las rosas, la guerra de las dos rosas, una rosa es una rosa es una rosa es una rosa, los rosacruces, gracias por las espléndidas rosa, rosa fresca toda fragancia. Así, el lector quedaba con razón desorientado, no podía escoger tal o cual interpretación; y, aunque hubiese captado las posibles lecturas nominalistas del verso final, sólo sería a último momento, después de haber escogido vaya a saber qué otras posibilidades. El título debe de confundir las ideas, no regimentarlas.

ECO, Humberto. El nombre de la rosa. Apostillas a El nombre de la rosa.

martes, 5 de abril de 2011

Magris en la Universidad de Barcelona


Una vez más ando de suerte y el día de mi cumpleaños el Maestro será nombrado Doctor Honoris Causa en la que fue mi universidad. ¿Y esto a quién le importa? alguno se preguntará... Pues a mí, por motivos obvios que alguno puede confundir con mitomanía. Pero sobretodo a Eli, que ha sido invitada oficialmente al acto al haber sido Magris nombrado padrino de su promoción de doctorados. Se celebrará entonces una ceremonia oficial en la que el propio Magris le entregará el título en mano. Y yo estaré ahí para verlo. Naturalmente.

Personajes de "El nombre de la rosa"

Una relación de los peronajes de la novela, sacado de la editorial Bompiani en una página por ahí perdida de internet. Un simple cut&paste para tener una relación de los personajes:

ABBONE: Es el Abad del monasterio, con un papel bastante destacado y que Eco utiliza para explicar cultura monástica y pensamiento medieval en general. Es posible hacer alguna analogía con el abad Suger, personaje histórico que habría tenido cierta equivalencia en los valores eclesiásticos que se intuyen en Abbone. Pero en la novela se revela como un personaje más mundano que eclesiástico, interesado en el poder y el dinero, algo que se refleja de forma especial en un diálogo/monólogo de gran erudición acerca de las piedras preciosas pero también en la tendencia a complacer al poder que supone la delegación papal, la manera de tratar de esconder las prácticas, llamémoslas oscuras, que acontecen en su abadía en torno a la biblioteca... La ecpirosis final y su muerte no dejan de resultar una especie de justo final para él.

ADELMO DE OTRANTO: Monje joven miniaturista, de aspecto afeminado. Imprescindible en la novela pese a que nunca llega a participar, ya que es la primera víctima. Se nos dice que lo hallaron muerto en el barranco antes de comenzar el relato, al pie de una torre con la ventana cerrada (pensando por ello que era cosa del Demonio, mientras que Guillermo alcanza a deducir que se suicidó por pecados muy mundanos).

ADSO DE MELK: Novicio benedictino. Nos lo presenta en una de las clásicas dualidades de Eco, pues es a la vez un viejo monje en Melk que narra los hechos y pensamientos que vivió cuando joven en la Abadía. Acompaña a Guillermo de Baskerville, su maestro y es el narrador de los sucesos que motivan la novela. Personaje muy bien dibujado y que sirve de excusa para explicar numerosas escenas históricas que de otro modo habrían resultado difíciles de colocar. Dada la facilidad de adscribir el personaje de su maestro a Sherlock Holmes, también es muy facil darle a Adso el papel de Watson, con quien guarda alguna asonancia en su nombre y algunas cualidades que Doyle proporcionó al compañero de Holmes. Al igual que Watson en "El sabueso de los Baskerville", es alabado por su sagacidad al plantear claves para resolver el misterio, aunqeu lo haga de forma inconsciente tras explicar un extraño sueño a su maestro.

OBISPO DE ALBOREA: Dominico de la legación pontificia.

ALINARDO DE GROTTAFERRATA: El monje de más edad de los que viven en el monasterio. Aquejado de demencia senil, aunque aún respetado por un pasado de gran erudición. Proporciona a Guillermo y Adso el truco para entrar a la biblioteca desde el osario. Supone una especie de líder de la facción italiana del monasterio en contra del abad y de Jorge de Burgos, aunque sea de forma involuntaria dado su estado mental no muy firme, y también un símbolo del aferramiento de parte de los monjes a un pasado que va cambiando. Reaparece en la escena final arrastrado y muerto por un caballo que huía del fuego.

FRAY ARNALDO DE AQUITANIA: Franciscano del séquito de Michele de Cesena.

AYMARO D'ALESSANDRIA: Monje de la Abadía, astuto, finalista y maldiciente, que encabeza la murmuración del grupo de los italianos por la preeminencia que el abad Abbone ha dado en los cargos a monjes extranjeros.

BENCIO DE UPSALA: Monje de la Abadía. Ansioso por entrar en la biblioteca, es partidario de que ésta se abra hasta que, muerto Berengario, le sustituye como ayudante y cambia de parecer, por motivos bien egoístas. Tiene el libro en un momento determinado, siendo más astuto que Guillermo, pero no trata de leerlo y por ello no muere.  Supone un contrapunto curioso a la tendencia general del monasterio a preservar sin innovar, y plantea un futuro con ideas de cambio muy mundanas. Se le representa como una especie de revolucionario pese a que en cuanto se encuentra en la posición de poder, o de atisbo de un poder que antes afirmaba detestar, adopta como propias las conductas que antes censuraba.En el incendio, se le ve por última vez subiendo las escaleras.

BERENGARIO DE ARUNDEL: Ayudante del bibliotecario, de la misma edad que el difunto Adelmo de Otranto por quien, según se sabe en primer lugar por Bencio, estaba consumido de insana pasión. De aspecto afeminado, es definido por el herbolario como invertido en muchos aspectos. Al final del segundo día ha desaparecido con el libro, y con las gafas de Guillermo, y luego se le encuentra muerto. Su muerte da una nueva excusa para pensar en el Apocalipsis.

BERENGARIO TALLONI: Del grupo de la legación de franciscanos, murmura en la comida a su llegada a la abadía que Juan XXII está pensando en sostener que los justos sólo gozarán de la visión beatífica después del juicio. Los diálogos en ese momento introducen nuevos aspectos de la cultura y pensamiento medievales.

BERNARDO GUIDONI (o GUI o GUIDO): Inquisidor. Dominico a quien Juan XXII ha confiado el mando de los soldados franceses que acuden a la abadía. Interesante su aparición como una especie de Némesis de Guillermo de Baskerville. Finísima inteligencia que se demuestra en el interrogatorio a Salvatore pero sobretodo al cillerero, a quien arranca la culpabilidad a base de subterfugios de gran sutilidad. Personaje diabólico que resulta vencedor en su misión de sabotaje a la legación franciscana y en el juicio a los herejes, pero que es el perdedor moral de la trama.

BERTRANDO DEL POGGETTO: Cardenal. Inquisidor. El Papa le ha rogado que se ponga a la cabeza de la legación pontificia.

BONAGRAZIA DE BERGAMO: Franciscano de la corte de Avignon.

MICER GIROLAMO: Obispo de Caffa, recoge, en la conversación ya mencionada, la murmuración que acusa a Juan XXII de haber establecido las taxae sanae poenitentiariae.

FRAY GUILLERMO DE ALNWICK: Del séquito de Michele de Cesena.

FRAY GUILLERMO DE BASKERVILLE: Franciscano inglés al servicio del Emperador, maestro de Adso, antiguo inquisidor y el protagonista de la novela. Muchas y notorias similitudes con Sherlock Holmes y una vida que recuerda a la de Guillermo de Occam, siendo su descripción casi tomada literalmente de las obras de C. Doyle. Orgulloso, testarudo y poseído por un espíritu lógico indomable, declarado seguidor de Roger Bacon y con un pensamiento ligado a las ideas de Marsilio de Padua. Como personaje es fundamental y clave en todo el asunto, ya que demuestra al inicio una enorme sagacidad siendo capaz de describir un caballo que nunca había visto y por ello se le encomienda investigar los sucesos misteriosos que desembocaron en la muerte inicial de un monje. antiguo inquisidor, demuestra un sistema de valores que pueden extrapolarse de diversos autores de la época, inici de un cambio de paradigma. termina resolviendo el misterio pero él mismo se reconoce perdedor del encuentro al afirmar que llegó a la resolución de la clave por casualidad y no por auténtico desciframiento de los signos. Pese a ello, sus proposiciones llenas de sentido y una enorme capacidad lógica hacen de él un personaje clave y le dan un alcance mítico. Como todo en Eco, la intertextualidad en sus conversaciones lleva a muchos niveles de interpretación que hacen de su lectura un auténticoplacer.

HUGO DE NEWCASTLE (Hugo de Novocastro): Franciscano de la legación de Michele de Cesena.

JACQUES FOURNIER: Inquisidor.

JEAN D'ANNEAUX: Doctor en teología en París. De la legación papal.

JEAN DE BANNE (Giovanni d'Albena): Dominico. De la legación papal.

JORGE DE BURGOS: El monje de más edad, salvo Alinardo de Grottaferrata, de la Abadía. Es el confesor de muchos monjes. Antagonista de la historia y personaje también diabólico con alas de santidad, algo a lo que Eco le da sus buenas vueltas en toda la novela. Al final se descubrirá como causante, de una manera u otra, de todos los crímenes y el responsable de la ecpirosis en que todo termina.

LORENZO DECALCONE: Bachiller. De la legación pontificia.

MAGNUS DE IONA: Rubricante. Iluminador.

MALAQUIAS DE HILDESHELM: Bibliotecario. Guarda cartas dulcinianas del cillerero, y es el fiel perro guardián de la biblioteca y marioneta en manos de Jorge de Burgos. Se insinúa una clara falta de inteligencia pese a una más que probada memoria, y una homosexualidad quizá no muy latente. A la salida del proceso al cillerero, a quien traiciona, es acusado por una voz anónima de homosexual. Eso explica la elección de Berengario como ayudante. Es el culpable también de la muerte del herbolario.

MICHELE DE CESENA: Personaje histórico. Ministro general de la orden franciscana que en la novela aparece al frente de su legación para la conferencia que tuvo lugar en la Abadía.  No se extiende mucho en la novela, pero la sitúa aún más en el tiempo.

NICOLA DE MARIMONDO: Monje vidriero. Aparece poco en la novela y es un tanto censurado por Guillermo, para sí, por su falta de pericia técnica cuando lo necesita, pero acaba dando información valiosa de forma indirecta. Asume las funciones de cillerero cuando Remigio de Varagine es detenido por los inquisidores y fabrica unas lentes para Guillermo cuando éste pierde las suyas. Su personaje da lugar a algunas citas intertextuales que pueden reconocerse en textos medievales, de los que Eco es un muy buen conocedor, y supone una crítica velad al sistema escolástico al ser incapaz de crear, siendo solo, al igual que muchos sabios de la época, un fiel conservador, pero de esterilidad clara a la hora de resolver novedads.

PACIFICO DE TIVOLI: Del grupo de los italianos de la abadía, citado por Aymaro d'Alessandria.

PATRICIO DE CLONMACNOIS: Iluminador de pergaminos.

PIETRO DE SANT'ALBANO: Del grupo de los italianos de la abadía, citado por Aymaro. Estaba escribiendo una historia de la herejía, comenzando desde tiempos muy remotos. otra velada descripción de los esquemas de la época a la hora de crear sin criterio obras históricas.

RABANO DE TOLEDO: Iluminador.

REMIGIO DE VARAGINE: Cillerero. Personaje ambiguo al inicio, pero que se revela como simple al final durante el proceso que lo condena por herejía. Sirve en la novela como un ejemplo más de la fina y sutil línea que separa lo justo de lo injusto, o la búsqueda de la santidad de la ejecución de crímenes muy viscerales. Conserva cartas dulcinianas de su pasado, que tiene la mala idea de confiar al bibliotecario. Este acabaría traicionándole y es condenado junto a su antiguo compañero de correrías Salvatore. Para evitar la tortura confiesa de un modo muy histriónico pero fiel a la realidad humana.

SALVATORE: Procedente también del movimiento dulciniano y acogido por la abadía junto al cillerero. Habla una especie mezcla de muchas lenguas ("habla todas las lenguas, y ninguna"). De él dice Ubertino: “es una bestia glotona y lujuriosa, pero nada, nada contrario a la ortodoxia” (p. 83). Tiene un pasado herético al lado de Dulcino. El y Remigio comparten este pasado y serán torturados por Bernardo Gui.

SEVERINO DE SANT'EMMERANO: Padre herbolario. Uno de los personajes más interesantes de la novela con diálogos llenos de erudición. De la misma edad que Guillermo. Aparece asesinado el 5° día al caer accidentalmente en sus manos el libro objeto de la trama y ser poco prudente en la revelación de su descubrimiento y custodia.

UBERTINO DE CASALE: Personaje histórico, nacido en Piemonte cerca del lugar de nacimiento de Eco. Paisano suyo, por tanto, pero no le deja en muy buen lugar en la novela. Siendo de los franciscanos “espirituales” dentro de la pugna de la orden para proseguir con las enseñanzas de Francisco, en oposición a la línea de algunos superiores de la orden de establecerse como una orden más dentro de la Iglesia, había conseguido cobijo en la abadía benedictina por sus dificultades con la corte de Avignon. Se nos dice que Dante compuso un poema con párrafos de su obra “Arbor vitae crucifixae”. En la novela muestra una sensualidad que aparece como desviada y un tanto fanática. Era amigo de Guillermo de Baskerville, los dos fueron inquisidores, pero con un espíritu distinto; por eso Guillermo  abandonó el oficio. Tuvo una relación espiritual con Chiara de Montefalco que marcó su vida.

VENANCIO DE SALVEMEC: Monje especialista en griego y traductor del árabe. Aparece muerto en un recipiente de sangre de cerdo al alba del día 2°. La idea de las muertes por el libro del Apocalipsis comienza aquí, en un giro genial de Eco para reflejar aún más el espíritu medieval y dar nuevas significaciones a los signos que se han de interpretar para lograr la resolución del enigma.

WALDO DE HEREFORD: Iluminador.

Biblioteca de Umberto Eco

Se podrá disfrutar en Bolonia. Al parecer estimó que podía ser difrutada así durante los próximos 90 años. Es su biblioteca personal, que te...